Día 25: Dolor que sentí, al oír que en Judea reinaba Arquelao, hijo de Herodes, perseguidor de Jesús

Día 25: Dolor que sentí, al oír que en Judea reinaba Arquelao, hijo de Herodes, perseguidor de Jesús

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oh queridísimo San José, me consagro en tu honor, y me doy enteramente a ti, para que tú siempre seas mi padre, mi protector y mi guía en el camino a la salvación. Obtén para mí una gran pureza de corazón y un amor ferviente a la vida interior. Siguiendo tu ejemplo, que todos mis actos sean para la gloria más grande de Dios, en unión con el divino corazón de Jesús y el corazón inmaculado de María.

Oh bendito San José, ora por mí, para que pueda compartir en la paz y alegría de tu santa muerte. Amén.

Meditación del día, San José te habla:

Qué alegría siento, cada vez que vienes a mi carpintería; porque veo en ti el firme propósito de santidad, la lucha de apartarte de todas las cosas que te separan de Dios, el deseo de amar a Jesús y a la Santísima Virgen María.

Ya has empezado a dar tus primeros pasos en tu vida espiritual; por eso, quiero estar muy cerca de ti para infundir en tu corazón el santo temor de Dios, adiestrarte para la guerra; porque no te puedes dejar vencer por el demonio, el mundo y la carne. Si en verdad eres devoto del padre adoptivo de Jesús: pon tu mirada sólo en Dios, esfuérzate en no pecar, imita las virtudes del Santo de los santos y ámalo hasta dar tu vida por Él. 

Hoy quiero que medites en el dolor que sentí, al oír que en Judea reinaba Arquelao, hijo de Herodes, perseguidor de Jesús. En mi naturaleza humana llegué a pensar podía descargar su soberbia y maldad en el Divino Niño; porque su corazón rebosaba en ansias de poder, quería mantenerse en su trono porque esto le daba seguridad. 

Ante esta situación, mi celestial esposa y yo oramos con mayor intensidad; nos pusimos bajo el amparo del que todo lo puede y nunca dudé de su misericordia; la Santísima Virgen me infundió confianza de que nada malo le sucedería a nuestro Hijo. Este episodio de mi vida te debe servir, a ti, para que no desfallezcas ante la aparente derrota; con la oración asidua y confiada: tus plegarias serán escuchadas, subirán como incienso ante la presencia del Padre Eterno. 

No te antepongas al fracaso, ármate de coraje y camina hacia adelante; Jesús es tu escudo, el León de Judá que te defenderá cuando estés en alto riesgo de perderte.

Propósito del día:

¿Puedes identificar las enseñanzas falsas del mundo secular de hoy en día que nos alejan de las verdades de Dios? Reconoce una que tal vez se haya infiltrado en tu pensamiento o en el de algún familiar. Pide la sabiduría para ver de nuevo a través de los ojos de la fe, busca recursos en una fuente católica confiable para equiparte con una respuesta de fe y así decir la verdad en amor.

Tomo un minuto para meditar todas estas cosas en mi corazón (Lucas, 2:19)

Oración final diaria:

¡Oh celestial José! Por el corazón de Jesús y el de María, por tu mismo corazón, te ruego que tomes un especial cuidado por la santificación de mi alma. Te pido que Tú mismo seas mi director, mi guía, mi padre y modelo en la vida espiritual, en el camino de la perfección, para que imitando tus virtudes obtengas mi felicidad eterna. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo

Amén

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