Día 21: Dolor que padecí al saber de la crueldad que Herodes usó matando a los niños inocentes de Belén y toda su comarca

Día 21: Dolor que padecí al saber de la crueldad que Herodes usó matando a los niños inocentes de Belén y toda su comarca

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oh queridísimo San José, me consagro en tu honor, y me doy enteramente a ti, para que tú siempre seas mi padre, mi protector y mi guía en el camino a la salvación. Obtén para mí una gran pureza de corazón y un amor ferviente a la vida interior. Siguiendo tu ejemplo, que todos mis actos sean para la gloria más grande de Dios, en unión con el divino corazón de Jesús y el corazón inmaculado de María.

Oh bendito San José, ora por mí, para que pueda compartir en la paz y alegría de tu santa muerte. Amén.

Meditación del día, San José te habla:

Hijo, cada vez que vienes a mi carpintería, tu corazón es renovado y tu pensamiento transformado. Porque mis palabras son como címbalos tocados armoniosamente que hacen eco en todo tu ser. Cuánto he deseado que entregues tu vida a Jesús; que te consagres a su Sagrado Corazón para que recibas muchas bendiciones y llueva sobre ti pétalos de rosas que simbolizan todas las gracias que el Señor concede a quien se ha dejado seducir por Él, a quien ha tomado la férrea decisión de seguirlo, a quien se ha propuesto un cambio y una renovación de mente y de corazón. Debes amar exageradamente a Jesús, sin importar dar tu vida por la salvación de las almas; no temas amar a la Virgen María, no la podrás amar más que a mi Divino Hijo. Suéltate de tu pasado, no sufras más por tus errores y caídas; te ha llegado la hora de levantarte con dignidad porque Dios te ha perdonado, no desaproveches esta oportunidad para que seas feliz; lava tu conciencia y purifica tu corazón con una buena confesión. Porque esta es la hora de la misericordia, esta es la hora de la reconciliación.

Hoy te quiero compartir el dolor que padecí, al saber de la crueldad que Herodes usó matando a los niños inocentes de Belén y toda su comarca; el poder y la ambición lo llevaron a cometer el acto más abominable ante los ojos de Dios. Satanás lo tenía subyugado; lo hizo su esclavo, sembró en su corazón la avaricia y maldad, lo encegueció totalmente, hizo que ardiera en cólera. Qué orgullo y prepotencia la de Herodes, al pretender cambiar los planes divinos; creía que, con el derramamiento de sangre de los primeros mártires inocentes; cambiaría el transcurso de la historia, daría fin al Hijo de Dios, al Verbo Encarnado. Padecí gran tristeza porque era señalado, criticado; las familias de estos niños inocentes, en medio de su dolor, descargaban sobre mí su angustia, su impotencia de no haber podido hacer algo para salvar la vida de sus hijos.

Jamás vayas en dirección opuesta a la voluntad de Dios, acepta los designios que Él tenga trazados en tu vida, nunca te desvíes del camino ni permitas que se anide en tu corazón el deseo de fama y de prestigio. Herodes se consideró más que Dios; por eso, su proyecto de vida se derrumbó como un castillo de arena; no pudo ser feliz porque puso su mirada en las cosas que no perduran; nada pudo haberse llevado consigo el día de su muerte, sus manos estaban teñidas de sangre inocente; su conciencia oscura, por su altivez e ignominia.

Propósito del día:

Reza el rosario con tu familia durante el día y ofrece cada misterio por la sanación de aquellos que tú sepas que están enfermos de cuerpo, mente o espíritu. Invita a San José a orar contigo. Tal vez puedas llamar a un ser querido que está enfermo para decirle que está en tus oraciones.

Tomo un minuto para meditar todas estas cosas en mi corazón (Lucas, 2:19)

Oración final diaria:

¡Oh celestial José! Por el corazón de Jesús y el de María, por tu mismo corazón, te ruego que tomes un especial cuidado por la santificación de mi alma. Te pido que Tú mismo seas mi director, mi guía, mi padre y modelo en la vida espiritual, en el camino de la perfección, para que imitando tus virtudes obtengas mi felicidad eterna. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo

Amén

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