Día 18 – El Niño Perdido

33 DÍAS DE CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ

DÍA 18 – EL NIÑO PERDIDO

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

Señor, Dios Padre Todopoderoso, ten piedad de nosotros.

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Espíritu Santo, Fuente de luz. Ilumínanos.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran señora.

San José, ruega por nosotros.

CITA

José pierde a su dulce Jesús. ¡Qué tres días y noches tan amargas! ¡Qué llanto y desconsuelo!

Mas le encuentra por fin en el templo asombrando a los mismos doctores con su sabiduría. ¡Qué gozo!

REFLEXIÓN

Pocas cosas son tan dolorosas para un padre como extraviar a un hijo. El corazón se paraliza y tiende a temerse lo peor. Las Escrituras nos dejan claro que éste fue el caso de María y José.

A los 13 años, un varón judío era considerado mayor de edad y Jesús estaba por cumplirlos. Cuando sus padres le encuentran les deja ver que estaba cumpliendo su misión. El alivio de verlo sano y salvo debe haberse mezclado con una profunda confusión.

Es difícil dejar que los hijos crezcan, que tomen sus propias decisiones, dejarlos en libertad para que asuman su vocación. Llega un momento en que los padres han cumplido su misión y tienen que soltarlos. Parece que el momento de José ha llegado.

¡Cuánta satisfacción habría sentido de ver el hombre en el que se convirtió Jesús! Los Evangelios nos hablan de un hombre fuerte, valiente, que habla con la verdad, es respetuoso con las mujeres y compasivo con los necesitados, de gran sabiduría, trabajador… ¿cuántas de estas cualidades las aprendió de su padre terrenal?

José ya no estuvo ahí para verlo iniciar su vida pública, siendo humilde y obediente como era simplemente aceptó salir de la historia, pero no del corazón de quienes fueron su más grande amor: Jesús y María.

PROPÓSITO O TAREA

Pidamos a san José que interceda por los jóvenes para que encuentren su vocación y que de cara a Dios la asuman con actitud de generosidad y servicio.

ORACIÓN A SAN JOSÉ

San José, guardián de Jesús y casto esposo de María,
tú empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber,
tú mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos.
Protege bondadosamente a los que recurren confiadamente a ti.
Tú conoces sus aspiraciones y sus esperanzas.
Se dirigen a ti porque saben que tú los comprendes y proteges.
Tú también conociste pruebas, cansancio y trabajos.
Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida,
tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría
por el íntimo trato que goza con el Hijo de Dios,
el cual te fue confiado a ti a la vez que a María, su tierna Madre.
Amén.

(San Juan XXIII)

Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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