Día 17: Jornada que hice a Jerusalén con mi esposa María y el Divino Infante, para cumplir con la ley de la purificación y presentación del Niño Dios en el templo

Día 17: Jornada que hice a Jerusalén con mi esposa María y el Divino Infante, para cumplir con la ley de la purificación y presentación del Niño Dios en el templo

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oh queridísimo San José, me consagro en tu honor, y me doy enteramente a ti, para que tú siempre seas mi padre, mi protector y mi guía en el camino a la salvación. Obtén para mí una gran pureza de corazón y un amor ferviente a la vida interior. Siguiendo tu ejemplo, que todos mis actos sean para la gloria más grande de Dios, en unión con el divino corazón de Jesús y el corazón inmaculado de María.

Oh bendito San José, ora por mí, para que pueda compartir en la paz y alegría de tu santa muerte. Amén.

Meditación del día, San José te habla:

Hijo, espero que sientas alegría de encontrarte conmigo en mi carpintería; porque, en la medida que avances en tu caminar espiritual, una obra majestuosa se irá gestando en ti. Tus rasgos adquirirán mayor perfección, tu alma obtendrá el resplandor de la luz de Dios; cada vez que vengas a mi carpintería: renovaré todo tu ser, taparé grietas en tu corazón e impediré que el demonio entre y cause daños irreversibles en ti. Aprende a abandonarte en las manos del Señor, a descubrir su divina voluntad y a dirigir tus pasos por el camino que te tenga señalado.

En sueños, un ángel me revela que ya es el momento de emprender la jornada a Jerusalén, con mi esposa María y el Divino Infante, para cumplir con la ley de la purificación y presentación del Niño Dios en el templo. Jornada en la que nos sentimos acompañados y protegidos por los santos ángeles. En nuestro viaje cantábamos alabanzas a Dios, hablábamos de su misericordia, nos entreteníamos en santas conversaciones; admiraba, de mi virginal esposa, su humildad en ella, siendo tan santa y sin mancha alguna, iba a purificarse como las demás mujeres; también quedaba perplejo de amor ante el Niño Jesús; porque era presentado como los demás niños. 

Al llegar al templo, nos encontramos con el anciano Simeón y la profetiza Ana. Una vez realizada la ceremonia, Simeón tomó en brazos al Divino Niño y bendijo a Dios diciendo: “ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Luego Simeón nos bendijo y dijo a María su Madre: “este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción; y a ti una espada te atravesará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones”.

Propósito del día:

Pregúntale a Dios qué le parece la forma en que estás distribuyendo tu tiempo, actividades y recursos para formar a tu familia en Iglesia doméstica; platica con tu esposa, esposo o padres sobre lo que escuchaste en tu oración.

Tomo un minuto para meditar todas estas cosas en mi corazón (Lucas, 2:19)

Oración final diaria:

¡Oh celestial José! Por el corazón de Jesús y el de María, por tu mismo corazón, te ruego que tomes un especial cuidado por la santificación de mi alma. Te pido que Tú mismo seas mi director, mi guía, mi padre y modelo en la vida espiritual, en el camino de la perfección, para que imitando tus virtudes obtengas mi felicidad eterna. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo

Amén

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