Consagración a la Divina Misericordia: Día 8

DÍA 8
FUNDAMENTO
Mi pecado: lugar de encuentro con la misericordia

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

“El Señor nos primerea, nos precede. Dios nos aguarda, espera que le concedamos tan sólo esa mínima grieta para poder actuar en nosotros. El sitio en el que tiene lugar el encuentro con la misericordia de Jesús es mi pecado.”
Papa Francisco. El nombre de Dios es Misericordia

REFLEXIÓN

Jesús dijo que no había venido para los sanos, sino para los enfermos (Lc 5,31). Dios quiere que todos los hombres se salven, incluido yo.

Dios detesta el pecado, pero ama al pecador y es justo el pecado, uno de los puntos de encuentro entre mi alma y el amor de Dios. Él busca en nosotros el menor indicio de arrepentimiento, de duda acerca de la rectitud de nuestras acciones o de dolor por sus consecuencias; para poder así manifestar cuánto nos quiere. 

Dame la gracia Señor de experimentar con humildad un dolor real por mis pecados, pero también aprender a ver en cada uno de ellos, la oportunidad para poder acercarme a recibir ese abrazo gratuito de perdón que Tú siempre estás esperando darme. No permitas que mi soberbia o mi autosuficiencia me distancien de tu corazón.

PROPÓSITO

Con sinceridad, repasaré cada una de mis faltas, e iré desechando poco a poco todas las excusas y pretextos que seguramente se me ocurren, para intentar justificar cada una de ellas; para que así, quede frente a mí sólo la ofensa que te he hecho. Tengo la seguridad, de que Dios aprovechará el mínimo asomo de arrepentimiento, para darme toda su misericordia.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

Regresar al inicio de la Consagración

 

Translate »
error: Content is protected !!