Consagración a la Divina Misericordia: Día 34 Consagración

DÍA 34
CONSAGRACIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA
El límite del mal es la misericordia

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

EL LÍMITE DEL MAL ES LA MISERICORDIA

“Quien puede poner un límite definitivo al mal es Dios mismo. Él es la Justicia misma… La Redención es el límite divino impuesto al mal, por la simple razón de que en ella, el mal es vencido radicalmente por el bien, el odio por el amor, la muerte por la Resurrección. Solo el sacrificio de Cristo en la cruz tiene el poder de conceder al hombre la justicia ante Dios. En Cristo, el hombre está llamado a una vida nueva, la vida del hijo en el Hijo, expresión perfecta de la gloria de Dios.”
Papa San Juan Pablo II. Memoria e Identidad

REFLEXIÓN

¡Qué descanso es saber lo grande que es la misericordia de Dios! Esta certeza debe de llenarnos de confianza, pues lo único que Él espera de nosotros es que nos acojamos a su amor, que nos dejemos inundar por ese deseo que Él tiene de salvarnos, y seguir amándonos por toda la eternidad. “¿Quién puede apartarnos del amor de Cristo?” (Rm 8,35) Ningún pecado, ninguna barrera puede impedir que yo llegue al cielo. Lo único que hace falta es que le entregue mis faltas, mis heridas, mis dolores y me abandone confiadamente en sus manos.

PROPÓSITO

Para completar mi Acto de Consagración, leeré en este momento ante Cristo Eucaristía, una carta en donde menciono mis pecados, heridas, rencores, dolores.

ORACIÓN DE SAN JUAN PABLO II

Dios, Padre misericordioso,
que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros
en el Espíritu Santo, Consolador,
te encomendamos hoy el destino del mundo
y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores;
sana nuestra debilidad, derrota todo mal;
haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu Misericordia,
para que en Ti, Dios uno y trino
encuentren siempre la fuente de esperanza.
Padre eterno,
por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo,
ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DEL HOGAR A LA DIVINA MISERICORDIA

Oh Jesús que bendices y proteges las casas donde está expuesta, y es honrada tu Sagrada Imagen, te elegimos hoy y para siempre por Señor y Dueño de esta casa; te pedimos que te dignes demostrar en ella tu poderoso auxilio, preservándola de las enfermedades, del fuego, del rayo, de las inundaciones, de los terremotos, de los ladrones, y de los peligros de la guerra.

Bendice y protege a las personas que aquí habitan y concédeles la paz, una gran fe, verdadero amor a Dios y al prójimo, paciencia en las penas, esperanza en la vida eterna, facilidades de trabajo, empleo y estudio, y la gracia de evitar malos ejemplos; el vicio, el pecado, la condenación eterna y todas las demás desgracias y accidentes. Amén

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN

¡Oh, Jesús Misericordioso! Tu Bondad es infinita y los tesoros de Tu Gracia son inagotables. Me abandono a Tu Misericordia que sobrepasa todas Tus obras.

YO ________________________________, me consagro enteramente a Ti, para vivir bajo los rayos de Tu Gracia y de Tu amor que brotaron de Tu Corazón traspasado en la Cruz.

Quiero dar a conocer Tu Misericordia, por medio de las obras de misericordia corporales y espirituales, especialmente con los pecadores, consolando y asistiendo a los pobres afligidos y enfermos. Más, Tú me protegerás como cosa tuya, pues todo lo temo de mi debilidad y todo lo espero de Tu Misericordia.

Que toda la humanidad comprenda el abismo insondable de Tu Misericordia, a fin de que poniendo toda su esperanza en ella pueda ensalzarla por toda la Eternidad.

Amén

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