Consagración a la Divina Misericordia: Día 31

DÍA 31
LA ORACIÓN
La oración me hace perseverar en el amor

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

“Una oración que no conduce a la acción concreta hacia el hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda, el hermano en dificultad; es una oración estéril e incompleta… Es de la contemplación, de una fuerte relación de amistad con el Señor, donde nace en nosotros la capacidad de vivir y llevar el amor de Dios; su misericordia, su ternura hacia los demás.” 
Papa Francisco. Angelus 21 julio 2013

REFLEXIÓN

Vivimos siempre de prisa, llenando nuestros días de tareas diarias que apenas nos dejan tiempo de respirar. Es bueno detenerse a pensar ¿cuántos minutos del día dedico a la oración, a comunicarme con Dios, a cultivar mi relación de amistad con Él?

Es a través de la oración, como recibiré la fuerza que me hace falta para perseverar en la fe, cuando me invada el desaliento; donde recibiré el consuelo cuando el dolor del mundo me aqueje, y donde encontraré el amor que infunda caridad a mis acciones. 

Jesús, te doy gracias porque Tú no solo nos enseñaste cómo orar, sino que no te cansaste de resaltar la importancia que la oración tiene en nuestras vidas. Te pido que me concedas la gracia de ser asistido por el Espíritu Santo en todo momento; de ser dócil a sus mociones para hacer de toda mi vida, de cada uno de mis pensamientos y actos, una oración que me acerque cada día más a Ti. Estoy consciente de que sólo no puedo, y dependo totalmente de la intimidad contigo para que la misericordia sea la manera en la que yo viva, y de testimonio de Ti.

PROPÓSITO

Con un acto de oblación, transformaré mis actividades cotidianas en oración, y procuraré que antes de iniciar cualquier actividad, tomarme unos minutos para suplicar la asistencia del Espíritu Santo.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

Regresar al inicio de la Consagración

 

Translate »
error: Content is protected !!