Consagración a la Divina Misericordia: Día 29

DÍA 29
LAS OBRAS DE MISERICORDIA
Pasar por el mundo regalando cariño

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

¿Sé acariciar a los enfermos, a los ancianos, a los niños? ¿O he perdido el sentido de la caricia?. «Los hipócritas, continuó, no saben acariciar, olvidaron cómo se hace.» He aquí, entonces, la recomendación de «no avergonzarse de la carne de nuestro hermano; es nuestra carne».”
Papa Francisco. Homilía en Santa Martha, 7 marzo 2014 

REFLEXIÓN

¿Cuánto cuesta una de nuestras caricias? ¿Cuánto nos toma tener una muestra de afecto? En nuestros días, todo parece tener un precio, un valor que determina entre otras cosas, el que estemos dispuestos a dar de nosotros a los demás. Podría decirse que destinar una parte de mi sueldo a obras de caridad tiene un costo real, que necesitaré desprenderme o prescindir de algo para compartirlo con quien lo necesita. 

Pero… ¿acaso una sonrisa, una palmada en la espalda, un abrazo o una caricia me cuestan algo? Esa es la cariñoterapia de la que habla el Santo Padre. Y ¡no cuesta absolutamente nada! Podríamos ir por la vida regalando cariño sin que eso perjudique nuestra estabilidad. El costo infinitamente minúsculo para el que lo da, se transforma en un valor incalculablemente grande para el que lo recibe. Sólo hay dos obstáculos a vencer: el egoísmo y la indiferencia. 

María, imagino cuántas veces Jesús te habrá visto sonreír. Cómo siendo un niño, lo llenaste de caricias; presenció tu disposición a ayudar a quien lo necesitaba, o simplemente a acompañar al que estaba triste o solo. Al ir creciendo, Jesús seguramente aprendió a acariciar y a sonreír como tú, a amar desinteresadamente como tú. Eres mi madre, enséñame a dar cariño, contágiame de tu ternura para así poder regalarla a mis hermanos y que ellos a su vez, hagan lo mismo.

PROPÓSITO

Me esforzaré por tener muestras de cariño con las personas más cercanas a mí. Daré abrazos sólo porque sí, regalaré sonrisas o un beso tierno durante el día. Cuando me percate la gran satisfacción que siento de hacerlo y el efecto que tiene en los demás, lo querré hacer siempre.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

Regresar al inicio de la Consagración

 

Translate »
error: Content is protected !!