Consagración a la Divina Misericordia: Día 2

DÍA 2
ENCUENTRO HUMANO CON EL PRÓJIMO

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

El amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora… En fin, se ha de recordar de modo particular la gran parábola del Juicio final (Mt 25, 31-46), en el cual el amor se convierte en el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. 

Benedicto XVI. Deus Caritas Est

REFLEXIÓN

Navegar con la bandera de la solidaridad y ayuda a los demás es fácil, asentimos con agrado a las causas nobles, pero con frecuencia olvidamos que el llamado a la caridad también es nuestro; es un compromiso que adquirimos como bautizados. Nuestra fe tiene que concretarse en obras y cada día, en cada lugar, Cristo nos sale al encuentro en el hermano necesitado, sólo basta que abramos bien los ojos. Recordemos que mi prójimo es quien está más próximo a mí. 

Dios mío, no permitas que la velocidad y superficialidad de mi vida diaria, me impida reconocerte en el más pequeño de mis hermanos. Cada amanecer, todo lo que tengo y lo que soy son una muestra del gran amor que me tienes. ¡Ayúdame a amar como Tú! Que en los pequeños detalles, en la palabra amable, la sonrisa y hasta en mis obligaciones se impregne tu caridad. Que no olvide la frase de San Juan de la Cruz que dice: “Al atardecer de la vida, seremos juzgados en el amor”.

PROPÓSITO

El día de hoy haré un esfuerzo por identificar en las personas con las que me encuentre, a un hermano necesitado y me acercaré para ayudarle en la medida de mis posibilidades.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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