Consagración a la Divina Misericordia: Día 14

DÍA 14
EL LLAMADO A LA MISERICORDIA
Amar al prójimo como Jesús

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

¿Puede existir un cristiano que no sea misericordioso? No. El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque este es el centro del Evangelio.
Papa Francisco. Audiencia, 10 septiembre 2014

REFLEXIÓN

Jesús nos dejó toda la ley resumida en dos mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo como a nosotros mismos. Y yo… ¿cómo amo a mi prójimo? ¿Amo de forma gratuita, sin esperar nada a cambio? ¿Amo a pesar de las diferencias de opinión o de que otros no hagan lo que yo quiero? ¿Amo de manera que estoy dispuesto a perdonar siempre y de corazón? ¿Mi amor me permite desprenderme de mis cosas para compartirlas con otros? ¿Amo a los demás saliendo a su encuentro en su necesidad? De todo esto, Cristo nos dio el ejemplo con su vida. No nos dejó un mandamiento imposible de cumplir. ¡Él lo hizo primero! 

Señor, quiero conocerte mejor para después intentar imitarte. Ayúdame a encontrarte a través de la lectura del Evangelio. Ilumina mi inteligencia y descúbreme todo el amor que está contenido en ese breve resumen de tu ministerio. Que en cada página encuentre, no solo el amor que viviste con tu naturaleza humana en tu tiempo; sino ese mismo amor del que soy objeto yo en mis días, y entonces sí, pueda colocar ese amor en el centro de mi vida y vivir acorde a él, siguiendo la máxima de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.

PROPÓSITO

La fe sin obras está muerta. Haré un esfuerzo por vivir lo que predico para no convertirme en un cristiano “de memoria” como dice el Papa Francisco. Después de una reflexión, sacaré tres puntos concretos sobre las responsabilidades de mi estado de vida, por los que pueda vivir mejor el amor que Cristo me enseñó. Como padre, como esposo, como esposa, como hermano, jefe, o amigo… sé que puedo hacerlo mejor.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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