¿Qué es el pecado mortal?
¿Cómo saber si estamos cometiendo un pecado mortal o no?
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que:
“Se comete un pecado mortal cuando se dan, al mismo tiempo: materia grave, plena advertencia y deliberado consentimiento. Este pecado destruye en nosotros la caridad, nos priva de la gracia santificante y, a menos que nos arrepintamos, nos conduce a la muerte eterna del infierno. Se perdona, por vía ordinaria, mediante los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia o Reconciliación.” (CIC 1855-1861,1874)
“El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.” CIC 1855
¿Qué significa esto? ¿Qué es materia grave?
Cuando hablamos de materia grave nos referimos a todo lo que está incluido en los Diez Mandamientos de la Ley de Dios y en los Cinco Mandamientos de la Iglesia, a saber:
Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios son:
- Amarás a Dios sobre todas las cosas
- No tomarás el Nombre de Dios en vano
- Santificarás las fiestas
- Honrarás a tu padre y a tu madre
- No matarás
- No cometerás actos impuros
- No robarás
- No dirás falsos testimonio ni mentirás
- No consentirás pensamientos ni deseos impuros
- No codiciarás los bienes ajenos
Los Cinco Mandamientos de la Iglesia:
- Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar (Fiestas de Precepto)
- Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar.
- Comulgar al menos por Pascua de Resurrección.
- Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.
- Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
No solamente el pecado, para que sea mortal, debe ser cometido sobre “materia grave”; sino que con plena advertencia. Pero, ¿qué significa esto?
Plena advertencia es pleno conocimiento de que la acción u omisión que se va a llevar a cabo constituye un pecado mortal. Esto significa que sepamos que es materia grave, que sepamos que nuestra acción u omisión es contraria a los Mandamientos de Dios y de la Iglesia.
Sin embargo, el mero desconocimiento, no necesariamente es una excusa ni nos exime o libera de responsabilidad; pues se supone que debemos conocer la Ley de Dios. Todos los cristianos tenemos la responsabilidad y obligación de conocer la Ley de Dios y de la Iglesia.
En casos donde las personas están alejadas de la civilización o realmente desconocían que una de estas acciones u omisiones era pecado mortal, por supuesto no se les exigirá su cumplimiento como a los demás.
Sin embargo, para que sea pecado mortal, con ésto no basta, hace falta un ingrediente adicional. Debe haberse cometido con deliberado consentimiento. Y esto, ¿qué significa? Significa que nuestra acción u omisión fue hecha con toda intención, libremente, sin ser obligados, a sabiendas, queriéndolo hacer; o sea, lo hicimos porque así lo quisimos.
Como vemos, se tienen que dar las tres condiciones para que sea pecado mortal. Por lo tanto, si falta alguna de estas tres condiciones, a saber: materia grave, pleno conocimiento y deliberado consentimiento; estamos ante un pecado venial.
Muchas veces la diferencia entre el pecado mortal y el pecado venial no es muy clara, ya que en ocasiones es difícil distinguir una de la otra. Si tenemos duda, la mejor recomendación es acudir a la confesión, consultar con un sacerdote, buscar dirección espiritual; pero sobretodo, pidamos la asistencia del Espíritu Santo para que Él nos muestre dónde estamos fallando y nos de un genuino arrepentimiento de nuestros pecados. Un profundo dolor de haber ofendido a Dios que es infinitamente bueno y digno de ser amado.
Muchos hemos escuchado sobre el examen de conciencia; pero, ¿qué realmente es? ¿Por qué es necesario hacerlo antes de acudir a la confesión? En próximas publicaciones veremos que los Diez Mandamientos son muy generales y dentro de cada uno de ellos se esconden una gran cantidad de pecados que debemos evitar.
Nuestra alma es lo más preciado que tenemos; por eso debemos cuidarla, protegerla y guardarla de todo pecado; de todo lo que ofenda a Dios.