En medio del dolor está Dios

www.haciadios.com San Maximiliano KolbeÚltimos días de la vida de San Maximiliano Ma. Kolbe en el Bunker de la muerte

Por: Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola

Les comparto un Capítulo de mi Novela: Últimos días de la vida de San Maximiliano Ma. Kolbe en el Bunker de la muerte.

“Los años pasaban y mis estancias en hospitales se repetían sin cesar. ¿Para qué te sirvo Señor aquí postrado en esta cama? ¿para qué cosas, en tus misteriosos designios, me estás preparando? ¿qué querrás pedirme?
Y ahora lo sé todo…

(Primer día en el bunker de la muerte: San Max y sus nueve compañeros).

Compañeros de celda
– Padre Maximiliano, ¿qué va a ser de nosotros? ¿Tendremos alguna escapatoria? ¿Alguna salida?

Padre Maximiliano
– Calma, tengan fe.

Compañeros de celda
– Pero ¿de qué sirve Padre? ¿Qué esperanza podemos tener?

Padre Maximiliano
– Tranquilos

Compañeros de celda
– Es el fin.

Padre Maximiliano
– No ¡Es el comienzo!

Compañeros de celda
– ¿Cómo? ¿De qué padre?

Padre Maximiliano
– (Con voz baja y hablando como para sí mismo). Ahora comprendo…

Compañeros de celda
– ¿De qué estás hablando Padre? ¿Qué dices? ¿Es que acaso puedes ver algo en este cuarto húmedo, tan angosto y oscuro? Aquí no hay más que gusanos abandonados de Dios y echados a una muerte vil.

Padre Maximiliano
– No es así hijo.

Compañeros de celda
– ¿Cómo? ¿Es que crees que Dios todavía existe? ¿Es que Dios, puede todavía hablarnos y decirnos algo? En este agujero, en este último reducto de humanidad, ¿qué podría decirnos?

Padre Maximiliano
– Puedo ver mi vida y recorrerla en un segundo, y ver cómo Dios me preparaba para este momento, para estar con ustedes, para acompañarlos en esta oscuridad y guiarlos a la luz.

Compañeros de celda
– ¡Qué suerte tuvo el sargento, por quién cambiaste la vida! Ojalá hubiera sido yo.

Padre Maximiliano
– No me mandó por él.

Compañeros de celda
– ¿Cómo? ¿Cómo puedes decir eso?

Padre Maximiliano
– Él no era el más importante.

Compañeros de celda
– ¿Qué dices? ¿Estás loco?

Padre Maximiliano
– Mi gesto de cambiar la vida, en realidad no estaba dirigido a él. Dios más que pensar en él, pensaba en ustedes. Él tendrá muchos otros que lo ayudarán y lo guiarán. Dios pensaba en ustedes, por eso me mandó a mí.

Compañeros de celda
– No es cierto lo que dices, no puede ser posible.

Padre Maximiliano
– Dios ya los veía a ustedes, hambrientos, desnudos, angustiados, con frío, y no quiso dejarlos solos.

Compañeros de celda
– ¿Qué dices Padre?

Padre Maximiliano
– Y no sólo estoy yo.

(En medio de la oscuridad, una tímida luz, casi como una vela se asomaba por la rendija que daba al exterior. Era la primera aurora que ensayaba su resplandor).

Padre Maximiliano
– La misma Virgen está aquí sufriendo con ustedes, consolándolos en su dolor, en su vacío, en sus pensamientos.

(Poco a poco la desesperación, la soledad y el mismo dolor se fueron calmando. Se sentía como si los visitara la bondad y la ternura).

Padre Maximiliano
– Ella ha querido no dejarlos solos, me ha mandado para estar con ustedes, y quiere llevarnos juntos al cielo.

Compañeros de celda
– Pero si sólo tengo odio en mi corazón.

Padre Maximiliano
– Quiere que amemos, que perdonemos.

Compañeros de celda
– ¿Es posible todavía amar, más que eso, perdonar?

Padre Maximiliano
– Si ella está aquí, es que todavía es posible

Compañeros de celda
– Enséñanos Padre a amar y a perdonar.

Padre Maximiliano
– Los soldados quieren destruir la vida, quieren quitárnosla, arrebatárnosla, no los dejaremos. Antes, entreguémosla y ofrezcámosla por los que sufren, por los que lloran, por los que mueren sin tener vida. Nosotros moriremos, sí, pero seguiremos viviendo.

Compañeros de celda
– ¿Es real?

(El padre Maximiliano, con su presencia en el bunker y con su palabra, iluminaba su existencia, y les enseñaba a darle valor y sentido a su sacrificio).

Padre Maximiliano
– Dios está contigo y conmigo. La Virgen nos ha recogido y ha venido para que veamos el cielo y para mostrarnos el camino. Más allá de estas celdas, veo las sendas, anchas y generosas, que se abren delante de nuestros pies, para ser recorridas. Y no nos perderemos, porque vamos juntos, y juntos llegaremos. Esa es la Misión que he recibido del cielo, para esta Misión he venido, y para esta misión – ahora lo entiendo- he nacido.”

 

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