33 DÍAS DE CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ
DÍA 17 – REGRESO DE EGIPTO
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
Señor, Dios Padre Todopoderoso, ten piedad de nosotros.
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Espíritu Santo, Fuente de luz. Ilumínanos.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran señora.
San José, ruega por nosotros.
CITA
Recibiendo aviso de volver a Nazaret, José teme a Arquelao, no menos cruel que su padre Herodes. ¡Qué pena, qué angustia!
Mas el ángel le disipa de toda inquietud. ¡Qué gozo, qué consuelo!
REFLEXIÓN
José había recibido la indicación del ángel de esperar en Egipto hasta nuevo aviso. Se calcula que Herodes murió aproximadamente dos años después del nacimiento de Jesús, quedando como sucesor su hijo Arquelao, igualmente despiadado, pero sin interés alguno de encontrar al supuesto Mesías que había nacido. Entonces Dios “de Egipto llama a su Hijo” (Mt 2, 15) y durante el sueño, el ángel comunica a José que debe volver a la Tierra Prometida con Jesús y María. La Sagrada Familia ya no corría peligro.
¡Qué paciencia y docilidad la de José! No cualquiera podría realizar los viajes hacia y desde Egipto, cuidando de una mujer y un niño pequeño; ni establecerse de la nada en uno u otro lugar realizando el trabajo de artesano con vigor suficiente como para subsistir con él. Estas son razones por las que se concluye que José no puede haber sido un anciano.
Esta nueva travesía no la harían llenos de miedo pero sí de expectativas. Quizá José pensó que poco a poco se iría cumpliendo la promesa de liberación del pueblo judío. Se le indicó que volviera a Israel, pero ¿dónde había de establecerse? Jerusalén no parecía ser el lugar más seguro. Un nuevo sueño lo hace volver a Nazaret. Así se cumpliría la profecía: “será llamado Nazareno” (Mt 2, 23).
PROPÓSITO O TAREA
Pedir la intercesión de san José para vivir el problema que más nos esté costando afrontar, con la misma confianza que él hizo este viaje de ida y de vuelta a Egipto.
ORACIÓN A SAN JOSÉ
San José, guardián de Jesús y casto esposo de María,
tú empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber,
tú mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos.
Protege bondadosamente a los que recurren confiadamente a ti.
Tú conoces sus aspiraciones y sus esperanzas.
Se dirigen a ti porque saben que tú los comprendes y proteges.
Tú también conociste pruebas, cansancio y trabajos.
Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida,
tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría
por el íntimo trato que goza con el Hijo de Dios,
el cual te fue confiado a ti a la vez que a María, su tierna Madre.
Amén.
(San Juan XXIII)
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.