Día 15 – Profecía de Simeón

33 DÍAS DE CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ

DÍA 15 – PROFECÍA DE SIMEÓN

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

Señor, Dios Padre Todopoderoso, ten piedad de nosotros.

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Espíritu Santo, Fuente de luz. Ilumínanos.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran señora.

San José, ruega por nosotros.

CITA

Profetiza Simeón la terrible pasión de Jesucristo, ¡qué espada de dolor atravesaría el corazón de José!

Pero anuncia también la triunfante resurrección de Jesús y los copiosos frutos de su redención, ¡qué consuelo, qué alegría!

REFLEXIÓN

Después de la adoración de los pastores y de los magos de oriente, nadie más parecía estar al tanto de que el Mesías había llegado al mundo. ¡Qué confusión para José! Por eso podemos imaginar que el encuentro con Simeón, varón justo y piadoso como José, fue reconfortante; al menos al inicio, cuando el anciano ve en Jesús la salvación, la luz y la gloria del pueblo de Israel.

Pero minutos después, dirigiéndose a María, habla de la caída de muchos, de que Jesús será “signo de contradicción” y de cómo a ella una espada le atravesará el alma. ¿Qué habrá sentido José? Al ser excluido de esa profecía, entendía que él ya no estaría presente. No podía soportar la idea de que María y Jesús sufrieran y él no estuviera ahí para evitarlo, para defenderlos, para sufrir en su lugar.

Pero José hizo gala de su prudencia y no dijo nada. No desechó las palabras como si vinieran de un anciano confundido, tampoco preguntó, ni quiso saber más. Humildemente se conformó con aceptar una vez más el designio misterioso de Dios, guardando todas esas cosas en su corazón, como había aprendido de María.

PROPÓSITO O TAREA

Pidamos a san José la gracia de confiar en Dios, aun en las circunstancias más difíciles de nuestra vida, que renueve nuestra certeza en que el Señor siempre es capaz de obtener un bien de un mal.

ORACIÓN A SAN JOSÉ

San José, guardián de Jesús y casto esposo de María,
tú empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber,
tú mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos.
Protege bondadosamente a los que recurren confiadamente a ti.
Tú conoces sus aspiraciones y sus esperanzas.
Se dirigen a ti porque saben que tú los comprendes y proteges.
Tú también conociste pruebas, cansancio y trabajos.
Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida,
tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría
por el íntimo trato que goza con el Hijo de Dios,
el cual te fue confiado a ti a la vez que a María, su tierna Madre.
Amén.

(San Juan XXIII)

Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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