Día 1 – Por qué consagrarse a San José

Cuando Dios desea elevar a un alma a mayores alturas, la une a San José dándole un gran amor por el buen santo.
— San Pedro Julián Eymard

¿Quieres ascender a mayores alturas en la vida espiritual? La consagración a San José lo logrará. 

Muchos cristianos se han consagrado a la Santísima Virgen María para unirse más a Jesús. Sin duda, la consagración a María es una de las mejores cosas que puedes hacer por tu vida espiritual. Lo esencial de la consagración mariana es que te ayuda a convertirte en “otra María” para Jesús; es decir, en una compañía fiel, amorosa y confiable del Salvador. La consagración a San José tiene un efecto similar. 

LA CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ TE AYUDARÁ A CONVERTIRTE EN OTRO JOSÉ” PARA JESÚS Y MARÍA.

Es decir, cuando te entregas totalmente a San José, ¡te conviertes en una compañía fiel, amorosa y confiable de Jesús y María! 

En el Nuevo Testamento leemos que “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.” (Lc 2,52) bajo el atento cuidado de sus padres. Ese “crecimiento” puede también sucederte si te encomiendas al cuidado paternal de San José. San Bernardo de Claraval explica en qué consiste esto:

Quién y qué clase de hombre fue este bendito José, que por su nombre se puede deducir que — excepcionalmente — mereció ser tan honrado que se lo reconoció y llamó el padre de Dios. Esto se puede inferir de su propio nombre cuyo significado es “el que hace crecer.”

San José es, pues, “el que hace crecer.” No sólo te ama paternalmente, sino que tiene el poder de hacer crecer la presencia de Dios en tu vida y elevarte a mayores alturas en tu vida espiritual. Durante siglos, este “secreto” de San José estuvo oculto, aunque los Santos, los místicos y un puñado de Papas lo sabían. Ahora te toca a ti descubrirlo. 

¡AHORA ES EL TIEMPO DE SAN JOSÉ!

La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad de San José. Lo necesitamos para que nos ayude a regresar al amor de Jesús y para llevar una vida llena de virtudes. Asimismo, necesitamos desesperadamente la protección de San José. La familia — que es el fundamento de la sociedad — se encuentra bajo ataque. La familia de Dios — la Iglesia Católica — también sufre ataques violentos del mundo, de la carne, del demonio y de algunos de sus propios hijos. Necesitamos que San José nos proteja. Él es nuestro amoroso y misericordioso padre espiritual; un hombre santo, fuerte y siempre dispuesto a ayudar. San José está unido eternamente a Jesús, a María y a la Iglesia. Así como protegió a la Sagrada Familia, nos protegerá a nosotros siempre que nos encomendemos a su corazón paternal y a sus cuidados espirituales. 

SAN JOSÉ ES TU PADRE ESPIRITUAL.

 Todos los hijos se parecen a sus padres, y si tú eres hijo(a) de San José, tienes que parecerte a él, especialmente por la imitación de sus virtudes y por su fidelidad a Jesús y María. San José cumple un rol vital (dador de vida) en nuestro crecimiento espiritual y nuestro bienestar. Ésta es la esencia de la consagración a San José. El Beato Guillermo José Chaminade lo explica muy bien. Afirma: 

San José no fue un instrumento pasivo en la gran obra de nuestra salvación; cumplió un rol muy activo, y por este motivo fue parte de los consejos misericordiosos de la Sabiduría Encarnada.

El amor misericordioso de Dios te dio a San José para que sea tu padre espiritual. ¿Estás listo para ascender a mayores alturas en la vida espiritual? ¿Estás preparado para acercarte más a Jesús y María, para vivir y crecer en la virtud? Entonces, ¡a buscar a José! 

Nos vamos a consagrar a San José. Pondremos a sus pies todo lo que somos y todo lo que tenemos.
— San Pedro Julián Eymard

Veni, Sancte Spiritus 

(Ven Espíritu Santo) 

Ven Espíritu Santo
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.

Ven, padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.

Consolador lleno de bondad,
dulce huésped del alma,
suave alivio de los hombres.

Tú eres descanso en el trabajo,
templanza en las pasiones,
alegría en nuestro llanto.

Penetra con tu Santa Luz
en lo más íntimo
del corazón de tus fieles.

Sin tu ayuda divina
no hay nada en el hombre,
nada que sea inocente.

Lava nuestras manchas,
riega nuestra aridez,
cura nuestras heridas.

Suaviza nuestra dureza
elimina con tu calor nuestra frialdad
corrige nuestros desvíos.

Concede a tus fieles
que confían en Ti,
tus siete sagrados dones.

Premia nuestra virtud,
salva nuestras almas,
danos la eterna alegría.

Amén. Aleluya.

LETANÍA DE SAN JOSÉ

Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos, Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos

Dios, Padre celestial, Ten misericordia de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten misericordia de nosotros
Dios Espíritu Santo, Ten misericordia de nosotros
Santísima Trinidad, un solo Dios, Ten misericordia de nosotros

Santa María, Ruega por nosotros
San José, Ruega por nosotros
Noble Retoño de David, Ruega por nosotros
Luz de los Patriarcas, Ruega por nosotros
Esposo de la Madre de Dios, Ruega por nosotros
Casto Guardián de la Virgen, Ruega por nosotros
Padre Nutricio del Hijo de Dios, Ruega por nosotros
Ferviente Defensor de Cristo, Ruega por nosotros
Jefe de la Sagrada Familia, Ruega por nosotros

José Justísimo, Ruega por nosotros
José Castísimo, Ruega por nosotros
José Prudentísimo, Ruega por nosotros
José Valientísimo, Ruega por nosotros
José Obedientísimo, Ruega por nosotros
José Fidelísimo, Ruega por nosotros

Espejo de Paciencia, Ruega por nosotros
Amante de la Pobreza, Ruega por nosotros
Modelo de los Obreros, Ruega por nosotros
Gloria de la Vida Doméstica, Ruega por nosotros
Guardián de las Vírgenes, Ruega por nosotros
Pilar de las Familias, Ruega por nosotros
Consuelo de los Afligidos, Ruega por nosotros
Esperanza de los Enfermos, Ruega por nosotros
Patrono de los Moribundos, Ruega por nosotros
Terror de los Demonios, Ruega por nosotros
Protector de la Santa Iglesia, Ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.

V. Lo hizo Señor de su Casa
R. Y administrador de todas sus posesiones

Oremos: Oh Dios, que en tu amorosa providencia elegiste a San José para ser esposo de tu santísima Madre, concédenos la gracia de tener como nuestro intercesor en el cielo a aquél que veneramos en la tierra como nuestro protector. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Continuar con el Día 2

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