Consagración a la Divina Misericordia: Día 9

DÍA 9
FUNDAMENTO
Mi indignidad me abre a Dios

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

“Debemos conciliar la sensación propia de indignidad con al amor divino, que es misericordioso y gratuito.”
Padre Guillermo Serra, L.C. Sal de tu Cielo. Introducción

REFLEXIÓN

¿Cuántas veces he permitido que la tentación de sentirme indigno me aleje de todo el amor que Cristo me quiere dar?

Ciertamente, el hombre no ha hecho, ni puede hacer nada para merecer su predilección, su sacrificio y su salvación. 

Es verdad, soy pecador. Todos los días caigo en las pequeñas y grandes cosas de mi vida diaria. Es parte de mi naturaleza el ser pequeño y limitado, pero con frecuencia olvido que Dios me creó con un amor eterno, infinito y perfecto.

Al quedarme sumido en la vergüenza o arrepentimiento de mis pecados, sin darme cuenta, desprecio la gracia de su perdón. Al recordar una y otra vez cada uno de mis errores, rechazo el hecho de que Él olvida cada una de mis culpas para siempre. Esto me lleva a dar un testimonio equivocado de ser un cristiano triste. 

Señor, no existe pecado que Tú no puedas perdonarme. Después de acudir a la confesión, Tú no guardas recuerdo alguno de mis faltas. No permitas que en mi soberbia, le dé más importancia a mis sentimientos o a mis pensamientos. Dame un corazón humilde, para que con toda libertad pueda abrirme a la misericordia de tu amor, y alcánzame la gracia de comunicar a mis hermanos, la alegría del hijo que descubre el abrazo amoroso de su Padre.

PROPÓSITO

Hacer un profundo examen de conciencia y acudir con humildad sincera al sacramento de la confesión.

Aquí se ofrece una guía práctica para el examen de conciencia:

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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