Consagración a la Divina Misericordia: Día 32

DÍA 32
MARÍA Y LA MISERICORDIA
María, Madre de misericordia

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

“Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia que se extiende «de generación en generación » (Lc 1,50).” 
Papa Francisco. Misericordiae Vultus

REFLEXIÓN

María, concebida sin pecado original, siempre llena del Espíritu de Dios y firmemente educada en la fe; conocía la historia del pueblo de Israel, la alianza pactada con Dios, su rebeldía al adorar otros dioses y la fidelidad de Dios a las promesas que les había hecho, incluyendo la salvación que les traería el Mesías. Ella, lo esperaba también con ansia y confiaba en la misericordia de Dios, que lo haría realidad. 

Por eso, cuando supo que a través de ella vendría Cristo, nuestro salvador al mundo, fue la primera en experimentar esa nueva revelación de la misericordia de Dios; llevada a su plenitud, en la persona de Jesús, el Hijo de sus entrañas. 

María, tú fuiste la primera testigo del amor misericordioso de Dios en la persona de Jesús. Pasado el asombro, tu aceptación y tu gratitud, tus acciones no hicieron sino comenzar con la revelación de esa misericordia. Fuiste a cuidar a tu prima Isabel, a ayudarla en sus necesidades, y no te cansaste de proclamar con el Magnificat ese mensaje de salvación. Como la madre que eres, enséñame a imitarte en el servicio y la caridad a los demás, y en ser mensajero de ese amor que quiere llegar al corazón de cada hombre.

PROPÓSITO

Frente a una imagen de la Santísima Virgen, rezaré el Magnificat haciendo consciente cada una de las frases, para provocar en mí la alabanza al Señor por su eterna misericordia.

MAGNIFICAT

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Su nombre es Santo
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo,
dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza, según lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. 

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

Regresar al inicio de la Consagración

 

Translate »
error: Content is protected !!