Consagración a la Divina Misericordia: Día 30

DÍA 30
LA ORACIÓN
Tener a Dios para darlo

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

“Para dar amor a los hermanos, es necesario tomarlo del fuego de la caridad divina; mediante la oración, la escucha asidua de la Palabra de Dios y una vida centrada en la Eucaristía. Tu vida cotidiana, ha de estar impregnada de la presencia de Jesús; ante cuya mirada estás llamado a poner también el sufrimiento de los enfermos, la soledad de los ancianos, o las dificultades de las personas con discapacidad. Saliendo al encuentro de estas personas, sirves a Cristo.”
Papa Francisco. Discurso a la Soberana y Militar Orden de Malta. 9 febrero 2013

REFLEXIÓN

Para poder llevar a Cristo a los demás, primero necesitamos tenerlo dentro. La vida de gracia es indispensable para vivir la caridad con plenitud. Los Sacramentos son el medio para entrar, permanecer y regresar a ella. La lectura de las Sagradas Escrituras nos dan a conocer el amor y la misericordia de Dios; patentes desde la creación del mundo, y reveladas a su perfección en la vida de Jesucristo. La Eucaristía, es el pan de Vida que nos alimenta con el amor de Jesús, derramado en la hostia por acción del Espíritu Santo. 

Permíteme Señor, ser un cristiano congruente. Que mi manera de vivir sea el resultado de una fe activa y operante; alimentada por tu amor a través de los Sacramentos, de tu Palabra y la oración. Dame la fuerza para custodiar mi estado de gracia; pues sólo en él puedo recibir plenamente tu amor, para después poder darlo a los demás. Estoy consciente de que no siempre podré hacer algo por los que pasan necesidad; ya sea de alma o del cuerpo, pero permíteme al menos ser fiel en el ofrecimiento de mi oración de intercesión por sus intenciones.

PROPÓSITO

Analizaré objetivamente mi vida de oración. Por escrito, contaré cuánto de mi tiempo dedico a estar en comunicación con Dios, y la frecuencia con la que acudo a la Eucaristía o al Sacramento de Reconciliación. Más que hacerlo para desanimarme, lo haré para hacer un nuevo plan que asegure el crecimiento de mi vida interior.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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