Consagración a la Divina Misericordia: Día 3

DÍA 3
EL FUNDAMENTO DE LA MISERICORDIA
Amados hasta el extremo

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

Misericordia es: la vía que une a Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado.
Papa Francisco. Misericordiae Vultus 2 

REFLEXIÓN

Nuestros parámetros humanos nos impiden entender lo perfecto, gratuito, infinito y eterno que es el amor de Dios. Al no ser capaces de amar así, nos cuesta entenderlo o quizá incluso creerlo. Pero es verdad, es la Verdad. No importa lo que somos o hemos sido, lo que hacemos o hemos hecho; la realidad es que hemos sido amados “hasta el extremo” y nada puede cambiar esta realidad. 

Este debe ser el fundamento de nuestra esperanza. Dios no puede dejar de amarnos y es fiel a sus promesas, de manera que la salvación y la eternidad en el cielo son una posibilidad real para cada uno de nosotros. 

Señor, regálame una experiencia profunda de tu amor. Permite que en mi limitación, logre aunque sea intuir cuánto me amas, a pesar de que no he hecho nada para merecerlo. Deja que esta verdad rija mi vida para que nunca pierda la esperanza y ayúdame para que no me quede yo con este tesoro, sino que pueda compartirlo con otros; sobre todo los que están más cerca de mí.

PROPÓSITO

El día de hoy, haré un acto de esperanza y en oración meditaré en el sacrificio de tu amor que ofreciste para salvarme y habiendo profundizado en ello lo compartiré con una persona.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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