Consagración a la Divina Misericordia: Día 21

DÍA 21
EL PERDÓN
Buenos ladrones del Corazón de Jesús

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

Jesús lo mira, lo ama, lo perdona. Podemos casi escuchar cómo Jesús interiormente le dice al buen ladrón: cuando me abra el costado, me acordaré de ti, me robarás el Corazón; la puerta de mi Corazón quedará siempre abierta, y quedarás purificado con mi sangre. Recibirás tanta misericordia como pecados tengas, pues mi amor se expresa así, siendo “robado”, acordándome de ti y tú estando conmigo. 
Padre Guillermo Serra, L.C. Sal de tu Cielo. Cap. II, Núm. 14

REFLEXIÓN

¡Qué hermoso consuelo es pensar que puedo robarle el corazón a Cristo! Que habiendo sido traspasado, ahora tiene una puerta por la que yo puedo entrar a descansar en él. Lo único que necesito es creerlo y quererlo, así de fácil.

El deseo de ser amados está plantado en lo más profundo de nuestra alma; sólo falta abrir los ojos y darnos cuenta que… ¡lo somos! ¡Somos amados por Dios! 

El menor movimiento de nuestra voluntad hacia el corazón de Jesús, hará que Él nos lo dé todo entero sin importar lo que hayamos podido hacer. 

Espíritu Santo, muévete en mi interior. Inspírame el deseo de entrar al corazón de Cristo. Dame el valor que necesito para enmendar mi conducta, pedir perdón, acudir al Sacramento de la Reconciliación; y poder así recibir todo el mar de amor y de ternura inagotable que el Sagrado Corazón de Jesús tiene para mí.

PROPÓSITO

Traeré a mi mente con frecuencia durante este día, la petición que le hizo el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María: “Al menos tú, ámame” y en cada ocasión responderé “Señor, Tú sabes que te amo”.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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