Consagración a la Divina Misericordia: Día 18

DÍA 18
EL LLAMADO A LA MISERICORDIA
Dios nos quiere y no deja de “echarnos porras”

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.

ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA

“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”

CITA

Nuestro Padre Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y de echarnos ganas y echarnos adelante. No sabe hacer otra cosa, porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver a hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que… pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. 
Papa Francisco. Encuentro con familias en Chiapas. 15 febrero 2016

REFLEXIÓN

La frase que capturó la atención del Santo Padre y adoptó como suya, debería grabarse en nuestras mentes. ¡Echarle ganas a la vida! No conformarnos con el mundo como está, ponernos en movimiento, ser agentes de cambio. Empezar cambiando en nuestra familia y nuestro ambiente para ir generando un cambio en nuestra sociedad, ciudad y país progresivamente. Fomentar los lazos de unidad entre los cristianos. ¡Somos muchos! Y no debemos quedarnos callados, parafraseando de nuevo al Papa: ¡hagamos lío! 

Aprovechemos los medios de comunicación, redes sociales y grupos sociales para difundir el mensaje de amor que Cristo nos trajo. Él, nunca dejó de echarle ganas, ni a la hora de hacer milagros, ni a la hora de predicar la verdad del Evangelio; y mucho menos, al recorrer el camino al Calvario. 

Señor y Padre mío, regálame la certeza de que Tú y la Santísima Virgen no me dejan solo. Lo único que necesito es creer, confiar, abrirme a tu gracia para dejar que el Espíritu Santo se adueñe de mi corazón.

PROPÓSITO

Buscaré dar a conocer, a través de las redes sociales, la Verdad de mi fe con el fin de hacer crecer el Reino de Dios en nuestro mundo, y de promover la unión de los católicos para dirigir nuestros esfuerzos en la misma dirección.

ORACIÓN FINAL

Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.

Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”

¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?

Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.

Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.

Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.

¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.

Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.

Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.

Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.

 

Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.

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