DÍA 1
EL ORIGEN DE LA MISERICORDIA
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Hacemos un breve silencio para ponernos en la presencia de Dios e implorar la asistencia y luz del Espíritu Santo.
ORACIÓN DE SANTA FAUSTINA
“Oh Jesús, escondido en el Santísimo Sacramento, mi único Amor y Misericordia, te encomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo. Tú puedes ayudarme porque eres la Misericordia misma; en Ti pongo toda mi esperanza.”
CITA
“La miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras el primer pecado y de la necesidad que tiene de salvación. La miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que le ha querido cargar sobre sí e identificarse con los más pequeños de sus hermanos.”
Catecismo de la Iglesia Católica. Núm. 2448
REFLEXIÓN
¡Cuánto me llega a doler mi naturaleza caída! Esa tendencia que me lleva, como dice San Pablo a “no hacer el bien que quiero sino el mal que aborrezco” (Rm 7,19). Y me pregunto si en el fondo, está el dolor real del pecado o más bien la vanidad de reconocerme lejos de ser perfecto.
Señor, quisiera amarte más y amarte mejor. Ayúdame a entender que mi fragilidad, lejos de alejarme de Ti, es justo la ocasión para aferrarme a Ti, para que en mi debilidad se manifieste tu fuerza. Dame la humildad de reconocer y agradecer mi pecado, como una necesidad siempre creciente de tu salvación, para que como canta en el Pregón Pascual, yo pueda decir: “Feliz culpa que mereció tal redentor”.
PROPÓSITO
En un acto de humildad, haré un recuento de mis faltas, mis heridas y miserias. En este primer día de recorrido hacia la misericordia de Dios, iniciaré una lista donde las iré anotando para después quemarlas en el día de la Consagracion como símbolo de Dios abrasando en su amor misericordioso toda mi miseria.
ORACIÓN FINAL
Tú me abres Señor una puerta
y llenas de luz mi esperanza gastada.
Tú me cargas en tus hombros
y sostienes mi fe cansada.
Me recuerdas con ternura mis miserias
con tu mano tendida que acaricia.
Y repites a mi alma:
“Dame lo mío y toma lo tuyo.”
¿Qué es lo tuyo Señor?
¿Por qué tengo miedo de este intercambio?
Tú has venido a cargar mis miserias y sólo me pides que abra mi puerta.
Entras contento como un buen ladrón
me robas los miedos, rencores y dudas
y con tu huella profunda
me marcas dejando una estela de paz infinita.
Tu misericordia me levanta.
Tu misericordia me limpia.
Tu misericordia me alegra.
Tu misericordia me da vida.
¡Ven Señor Jesús!
Rompe las ataduras del pecado.
Venda mis heridas más profundas.
Carga mi cuerpo tan cansado.
Sana mi alma lastimada.
Y que restaurado por tu Amor
vaya y haga yo lo mismo con mi hermano.
Aquél que más me necesita.
Aquél que más me ha herido.
Aquél que es más temido.
Porque es deber de gratitud
crear una cadena de misericordia
tan fuerte como el Amor que Tú nos tienes
tan grande como tu paciencia
tan brillante como tu ternura.
Déjame entrar en tu Corazón
¡ábreme tu puerta!
Para que entrando descubra a todos mis hermanos
que lo son por el gran amor con que Tú nos has perdonado.
Del libro: Jesús a mi alma
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.