CAMINO DE CUARESMA: 40 DÍAS JUNTO A JESÚS
DÍA 21 – III MARTES DE CUARESMA
LA LIBERTAD ANTE LA SOBERBIA
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Breve silencio para ponernos en presencia de Dios, rogando a María Santísima sea nuestra compañera y guía en este camino hacia el encuentro con su Hijo Jesucristo.
ORACIÓN INICIAL
Jesús, gracias por invitarme al desierto de la libertad. Es un desierto que me va a costar porque no hay nada más mío que mi libertad. ¡Cuánto me cuesta entregarla! Ilumíname para que pueda entender cómo usarla para mi santificación; cómo entregarla para aprender a amar más y cómo purificarla para que me acerque más a ti. Yo quiero entregarte mi inteligencia y mi voluntad para cumplir siempre fielmente el plan que tú has dispuesto sobre mi vida.
CITA
“Ustedes, hombres testarudos, tercos y sordos, siempre se han resistido al Espíritu Santo. Eso hicieron sus antepasados, y lo mismo hacen ustedes. ¿A qué profeta no persiguieron sus antepasados? Ellos mataron a los que predijeron la venida del Justo, a quien ustedes acaban de traicionar y asesinar. Ustedes recibieron la ley por mediación de ángeles, pero no la han cumplido”. Hechos 7, 51-53
REFLEXIÓN
Sí, somos tercos, nos resistimos a rendirnos ante el amor de Dios. No nos basta con saber que Cristo murió por nuestros pecados. No nos es suficiente con saber que Él venció a la muerte de una vez y para siempre. A tantos siglos de distancia, a veces lo interpretamos como un cuento que hemos escuchado desde niños, pero no lo hacemos verdad en nuestro corazón.
Y es que si en verdad lo creyéramos, si toda nuestra vida se fundamentara en ese hecho, seríamos totalmente de Dios; todas nuestras acciones y elecciones estarían orientadas a vivir el amor, a extender su Reino en el mundo.
Queremos ser nuestro propio rey, regirnos por nuestras propias leyes, seguir solamente los impulsos egoístas de nuestro corazón herido. Y se nos olvida, que “no podemos servir a dos señores”.
La gran tentación de los católicos buenos es seguir teniendo opciones, sí, creer en Dios, pero también tener un plan B.
Servir a Dios, creer en Él pero elegir sólo lo que nos gusta de la fe y de la Iglesia. Vivimos, aunque sea de modo inconsciente, una fe de supermercado, donde con facilidad dejamos a un lado lo que no nos gusta, lo que nos incomoda o exige.
Dios sale constantemente a nuestro encuentro, Él se ha revelado en Jesús, en su Palabra y lo sigue haciendo en los acontecimientos de nuestra vida; sólo desde la oración podremos limpiarnos los ojos con el colirio de la fe. Sólo desde la oración, recordaremos que hemos sido elegidos, que Jesús nos ha llamado amigos porque nos ha revelado todo lo que había en su corazón.
Aprovechemos este desierto de la libertad para elegir a Dios nuevamente, para elegirlo totalmente, para confiar en Él sin miedos o reservas. La Cuaresma es “la hora de la salvación”, es la oportunidad para despojarnos de la soberbia y revestirnos de humildad.
ORACIÓN
TÚ SIGUEME
Me miras de nuevo con ojos de resucitado
Y por tres veces me interrogas sin darte por vencido
Con paciencia me preguntas por el amor herido
Me regalas la oportunidad de reparar mi negación
Tú lo sabes todo, te respondo, sin afán de presunción
Me doy por vencido en mi amor y me someto
al tuyo, que es mi seguridad, y te prometo
que todo lo mío es tuyo y que en ti sólo confío
Me preguntas por el amor más alto, el ágape de comunión
Te respondo con humildad que no estoy listo
que me conozco y que ya me has visto
soy pecador y he caído. Pero te prometo que te quiero
Por última vez me interrogas y me sorprendes
No me corriges, ni me regañas, me preguntas con suavidad
Pedro ¿me quieres hasta la humildad?
Yo contento, te contesto: Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero
Del libro Jesús a mi alma. P. Guillermo Serra, L.C.
PROPÓSITO
En oración junto a Jesús, pensaré en un momento concreto en los que el amor de Dios ha impactado mi vida, trataré de recordar la paz y la alegría que me inundaron en ese momento y con profunda humildad analizaré qué es lo que me ha alejado del corazón de Dios para poderlo enfrentar.
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.