CAMINO DE CUARESMA: 40 DÍAS JUNTO A JESÚS
DÍA 19 – III DOMINGO DE CUARESMA
EL MISTERIO DE LA LIBERTAD
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Breve silencio para ponernos en presencia de Dios, rogando a María Santísima sea nuestra compañera y guía en este camino hacia el encuentro con su Hijo Jesucristo.
ORACIÓN INICIAL
Jesús, hoy inicio este desierto de la libertad. Es un desierto que me va a costar porque no hay nada más mío que mi libertad. ¡Cuánto me cuesta entregarla! Ilumíname para que pueda entender cómo usarla para mi santificación; cómo entregarla para aprender a amar más y cómo purificarla para que me acerque más a ti. Yo quiero entregarte mi inteligencia y mi voluntad para cumplir siempre fielmente el plan que tú has dispuesto sobre mi vida.
CITA
Esto dice el Señor: “Mira: Hoy pongo delante de ti la vida y el bien o la muerte y el mal. Si cumples lo que yo te mando hoy, amando al Señor tu Dios, siguiendo sus caminos, cumpliendo sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y te multiplicarás. El Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla”. Deuteronomio 30, 15-16
REFLEXIÓN
El cielo es nuestro, lo único que hace falta es que lo anhelemos y pongamos de nuestra parte para conseguirlo. Hemos surgido del corazón de Dios, hemos sido creados para amarle y ser amados por Él.
Desde el inicio de la historia de la humanidad, el Señor se ha asegurado de que las creaturas que tanto ama tengamos la posibilidad de regresar hacia Él cuando nuestra libertad nos conduce por caminos que nos apartan de su corazón. Numerosos profetas y su Palabra en las Escrituras han sido nuestra guía; pero la máxima garantía de nuestra redención, ha sido la sangre derramada por Jesús y su gloriosa Resurrección.
La Ley de Dios no es otra que el amor, amarle a Él y amar al prójimo. Esa ley está grabada en lo más profundo de nuestro corazón y al ser templos del Espíritu Santo, no podemos ser indiferentes a ella. Su voz resuena en nuestra conciencia, lo que nos permite distinguir entre el bien y el mal. Ambas opciones están siempre delante de nosotros y somos libres de elegir entre ellas.
La herida que ha dejado el pecado original en nuestra alma ciertamente nos inclina al mal, de modo que hay una primera elección, una más importante, que viene antes de todas las demás: elegir que sea Dios quien actúe en nosotros, reconocer nuestra limitación y miseria acogiéndonos a su omnipotencia y bondad.
Ante todo, elegir creer en quien es fiel a sus promesas, escoger confiar en el amor que todo lo puede, optar por el seguimiento de Cristo… de esta manera, aunque podamos equivocarnos en otras decisiones, a pesar de que caigamos por nuestra fragilidad, sabremos levantarnos, renovar nuestra elección y aspirar a ser bendecidos, a salir de nuestra tierra para entrar a su Cielo.
ORACIÓN
Toma, Señor, y recibe toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste, a ti Señor lo torno,
dispón de ello a toda tu voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta.
San Ignacio de Loyola
PROPÓSITO
Rezaré pausadamente esta oración de San Ignacio, pensando qué partes de mi corazón, de mi historia o de mi vida actual tengo que entregar a Dios por amor.
Autor: Padre Guillermo Serra, L.C.