Antología Eudesiana – Textos San Juan Eudes
Allegarse al Corazón de María es encontrarse con Jesús. El corazón representa todo el interior del hombre, pero principalmente su amor. Por eso, cuando honramos al Corazón de María no queremos recordar algún misterio, acción o cualidad, y ni siquiera la persona dignísima de la Virgen, sino la fuente y el origen de la santidad de todo ello: su amor y caridad.
Porque este amor santificó todas sus acciones, las facultades de su espíritu, su vida exterior e interior, con sus virtudes y perfecciones. El amor la hizo digna de ser madre de Jesús y de todos los miembros de Cristo y fuente inagotable de gracias.
Ustedes, todos los sedientos, vengan presurosos a beber de esta fuente. ¿Por qué vacilan? ¿Temen acaso rebajar la bondad de su Redentor cuando les dirige al Corazón de su madre? Porque María nada es, nada tiene y nada puede sino de Jesús, por él y en él. Es Jesús el que lo es todo, lo puede todo y lo hace todo en ella.
Y no solamente Jesús vive y permanece continuamente en el Corazón de María, sino que él mismo es el Corazón de su Corazón. Por eso, allegarse al Corazón de María es encontrarse con Jesús; honrar al Corazón de María es honrar a Jesús; invocar al Corazón de María, es invocar a Jesús. Este Corazón admirable es el ejemplar y el modelo de nuestros corazones; y la perfección cristiana consiste en llegar a ser imágenes vivas del Corazón santo de María.
Además, así como el Padre eterno concedió a María concebir a su Hijo primero en su Corazón y luego en su seno virginal, así también le dio poder de formarlo en el corazón de los hijos de Adán. Por eso, ella colabora en la obra de nuestra salvación, empleando con amor increíble este poder especial. Y como ella llevó y llevará eternamente a su Hijo Jesús en su Corazón, ha llevado también y llevará siempre con él a todos los miembros de la divina Cabeza, como a hijos muy queridos. Y como frutos de su Corazón maternal que ella presenta como oblación continua a la divina majestad.