Acudir a la Confesión: Una lucha espiritual
Como muchos ya sabrán hemos propuesto un reto: Mi Confesión Mensual – Confesarnos por lo menos una vez al mes.
A todos aquellos que se han unido a este reto, miles de bendiciones. Quisiéramos que cada día más y más personas se unan para trabajar por la salvación de nuestras almas; nuestra meta en común… llegar a ser santos. Por eso, les animamos a que sean evangelizadores, discípulos de Jesús y se unan invitando y alentando a todos a conocer este maravilloso Sacramento de la Penitencia: el sacramento de la confesión y del perdón. Les invitamos a compartir estas publicaciones para que llegue a todo el mundo.
Cuando pensamos en un reto; por ejemplo: el hacer más ejercicio, sabemos de antemano que va a ser difícil. Sabemos que los hábitos son difíciles de modificar; sin embargo, usualmente nuestro mayor obstáculo somos nosotros mismos, pues somos quienes boicoteamos nuestras metas y compromisos.
Cuando se trata de incorporar alguna virtud espiritual, no solamente tenemos que luchar contra nosotros: nuestra pereza, nuestros viejos hábitos; sino que tenemos que luchar contra el DEMONIO.
¿O creen ustedes que el demonio va a estar muy feliz con que nos confesemos mensualmente?
¡Por Supuesto que NO!
El demonio es muy astuto, él te quita la vergüenza para pecar y te la devuelve para que no te confieses. ¿De dónde piensan que viene tanto miedo y ansiedad para confesarse? Así mismo es… esto es una batalla espiritual. Hay que revestirnos de todas las gracias disponibles para lograr hacerlo y hacerlo bien.
Por eso, como si fuéramos al campo de batalla, tenemos que tener una o varias estrategias. NO podemos ir desarmados. Por lo tanto, les compartiré algunas recomendaciones y herramientas para que podamos perseverar.
¡Aquí lo que está en juego es la salvación de nuestra alma!
Si obstinadamente persistimos en el pecado y morimos en pecado mortal, muy probablemente habremos perdido la oportunidad de estar en el Cielo y en la presencia de Dios para toda la eternidad. Pero, ¿sabes qué?, estamos a tiempo porque estamos vivos. Todos los días tenemos una nueva oportunidad de hacer las cosas bien y acudir a los brazos de Jesús para pedirle perdón.