24 horas para el Señor: “Quiero misericordia”

 

Los días 24 y 25 de marzo, el Papa Francisco ha convocado la jornada “24 horas para el Señor”, con el deseo de que muchas personas se acerquen al sacramento de la Reconciliación, entre ellas muchos jóvenes “quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia vida”.

Preparémonos para acompañar al Papa Francisco en esta jornada de oración: “24 horas para el Señor”. Acudamos al sacramento de la Reconciliación. Les animo a confesarse lo antes posible para entregarle a Jesús un corazón limpio y abrirnos a su a Misericordia.

El Papa Francisco nos habla sobre el sacramento de la Reconciliación:

Los apóstoles y sus sucesores —los obispos y los sacerdotes que son sus colaboradores— se convierten en instrumentos de la misericordia de Dios. Actúan in persona Christi. Esto es muy hermoso.

El que se confiesa está bien que se avergüence del pecado: la vergüenza es una gracia que hay que pedir, es un factor bueno, positivo, porque nos hace humildes.

¿Qué consejos le daría a un penitente para hacer una buena confesión? Que piense en la verdad de su vida frente a Dios, qué siente, qué piensa. Que sepa mirarse con sinceridad a sí mismo y a su pecado. Y que se sienta pecador, que se deje sorprender, asombrar por Dios.

La misericordia existe, pero si tú no quieres recibirla… Si no te reconoces pecador quiere decir que no la quieres recibir, quiere decir que no sientes la necesidad.

Hay muchas personas humildes que confiesan sus recaídas. Lo importante, en la vida de cada hombre y de cada mujer, no es no volver a caer jamás por el camino. Lo importante es levantarse siempre, no quedarse en el suelo lamiéndose las heridas. El Señor de la misericordia me perdona siempre, de manera que me ofrece la posibilidad de volver a empezar siempre.

Aprovechemos esta jornada de oración con Jesús para abrir nuestro corazón a Su Misericordia, para pedirle perdón, para ser sanados, perdonados y transformados. No perdamos las oportunidades que el Espíritu Santo nos pone para comenzar de nuevo y dejar atrás nuestra vida de pecado. Recordemos que Jesús nos llama todo el tiempo a la santidad y está con los brazos abiertos esperándonos en el sacramento de la Reconciliación.

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